En un 5 de octubre, hace treinta años, se vivió una de las jornadas cívicas más profundas y simbólicas de esta joven república. Una fecha que debiera celebrarse abiertamente, por todos, vencidos y vencedores, sin distingo, porque el beneficio que acarrea al país alcanza a todos por igual no importando su posición político partidista.
Recuperar la libertad,en palabras de Gabriela Mistral“la pobre Libertad”,haciendo referencia a su fragilidad y a las amenazas que siempre la acechan, es para ella un anhelo que viene enquistado en nuestras raíces más originarias, sean españolas o indígenas. Señala con su voz siempre esclarecida:
“Paralela a la tradición española y a la india de matonismo impenitente, corre otra línea racial, camina otra raya tradicional bastante visible: la de los iberos pleiteadores de sus fueros y que desde 2000 años han vomitado el libertidicio, desde los pastores iberos hasta los católicos vascos y los catalanes de índole provenzal. Y dentro de las masas indias aceptadoras del matón vernáculo o español, hubo siempre el indio indómito, el Xicoténcatl que decía ¡no! Con una terquedad de cactus americano sin manoseo sobre su cabeza libre y llena de púas.
En la vida americana, esta doble tradición libertaria se ha mantenido con una empecinada vitalidad; está intacta y yo creo que atenta; se parece a las aguas subterráneas: apenas echan señales de sí, pero no se han acabado, las muy preciosas…
Los apóstoles de la dictadura a toda costa, pueden engreírse de ver las pobladas a quienes convencen (no es difícil embriagar a los pueblos, sean mestizos, sean caucásicos); pueden los envalentonados hacer todos sus cálculos y planear sus ‘buenas’ venganzas. No conocen las entrañas de su América mestiza, como que no confiesan nunca su mestizaje. La verdad última, la que cuenta, es que ningún pueblo indoamericano dejó jamás de sentir repugnancia de su tirano o su tiranuelo, que siempre hubo un grupo –el de los tercos- que siguió el cortejo del vencedor diciéndole en una interjección o un rezongo mascullado alguna expresión mucho más clavadora que el ‘acuérdate que eres mortal’.
La honra de nuestra historia es precisamente ésta: los países mestizos nunca dejaron de sentirse irritados, y cuando menos disgustados, del tirano benévolo y no digamos del perverso. Un desasosiego constante, un malestar vago o agudo, una sensación viva de vergüenza, acompañó siempre a los veintiún pueblos nuestros que han subido la escala del absolutismo, desde el jalón más suave hasta el más agrio.
Pocos países han salido pacíficamente de una dictadura larga y cruenta. La fuerza de las armas ha sido derrotada por la acción cívicade millones de personas, de ir a votar a las urnas, con un simple lápiz de mina, que enfrentaron el miedo y las amenazas de los dueños del poder, acostumbrados por largos años a imponer su voluntad, su pensamiento y su orden.
Recordamos, con emoción, aquella fecha histórica de un 5 de octubre de 1988. Un día de miedo y tensión. También de esperanza, donde la fiesta, para una mayoría, recién vino en la madrugada deldía siguiente. Las reglas del juego democrático son claras.Allí se ejerce un modo de la libertad que afecta en todos los aspectos de la vida familiar, social, cultural y económica. De allí su tremenda relevancia para el destino de los pueblos. Aquella libertad que nos atañe como sociedad, como grupo que compartimos un lugar y una época común. Y ya supimos, trágicamente, que aquella no es gratisy tampoco esun regalo.
Debemos buscarla siempre, y cuidarla todos porque como Gabriela señala a propósito de las amenazas que se ciernen sobre ella:
“La Libertad no es ni debe ser una especie de cualidad o de lujo que se puede poseer o no poseer; no es eso, no. La Libertad es sencillamente una función tan vital como la respiración, y cuando ella falta o desaparece, los organismos que llamamos ciudades o Estados degeneran y a veces mueren. Todos recibimos honra y alegría a causa de la Libertad, porque su bien, como el sol, a todos enriquece y beneficia”.
Ya Gabriela Mistral, en Estocolmo al recibir el Premio Nobel se había pronunciado sobre la riqueza de las tradiciones democráticas y su importancia para el desarrollo y bienestar de los pueblos.
“Como hija de la democracia chilena, estoy profundamente conmovida de ver ante mí tan espléndida demostración de las tradiciones democráticas de Suecia, cuya originalidad consiste en rejuvenecer las más valiosas creaciones sociales, en la aceptación del presente y la anticipación del futuro, que sostienen a Suecia, que son una honra para la Europa y que significan un hermoso ejemplo para el continente americano”.
Por ello, la tradición democrática se debe cuidar como el hijo, feble e inmaduro, que requiere fortalecer sus músculos políticos para resolver sus diferencias en la arena de la razón y jamás en la de la fuerza.
Rodrigo Marcone
Instituto América Gabriela Mistral